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Vislumbrando el milagro colombiano

miércoles, diciembre 12, 2012

Dossier Borrachera patriotera

1. LA PATRIA VULNERADA

La lógica del fútbol
Si hay una calamidad en el mundo moderno, ésa es la sociedad de masas, ya que lo degrada todo al nivel ínfimo. Las multitudes creen que la poesía es una cosa más bien ridícula del pasado, que ciertamente nadie conoce, pero se enloquecen con el cantante de moda, un muchacho cuyo talento y cuyo mérito sólo consisten en los medios que se invierten en promoverlo. Las canciones que todos recuerdan son poesías rutinarias, malísimas, todas de octosílabos y todas llenas de disparates: el público no pone problemas, no se complica la vida por eso: ¿o recuerdan a alguien a quien le incomode que Nino Bravo sea libre "como el sol cuando amanece, como el mar"? ¿Qué relación puede haber entre el astro, o la masa de agua, con la libertad? Eso mismo ocurre con la pasión típica de las multitudes: el deporte, que en toda Europa e Hispanoamérica es prácticamente sólo el fútbol. Millones de personas sufren cada semana por los logros de sus ídolos en una justa guerrera benigna y se toman esos logros como un triunfo personal, a menudo como reivindicación de su ciudad o de su país, como si las comunidades que los habitan fueran a mejorar en algo con los triunfos o a empeorar con los fracasos del equipo. Hace muchos años que me pregunto si no habrá pasado una catástrofe fisiológica que haga que la gente se sorprenda de que los japoneses sean entusiastas de su empresa, que les proporciona efectivamente dinero y seguridad en la medida en que tenga éxito, pero acepte como lo más natural el fervor por el fútbol. Cuando la pasión de los hinchas se desata es pérdida de tiempo explicarles que su equipo no puede tener razón en todas las querellas ni que no todas las veces que un árbitro señala una falta de algún jugador de su equipo está obrando por motivos espurios... Las masas son como la humanidad reducida en sus facultades a un infantilismo grotesco que produce más bien tristeza. Cuando su espíritu se traslada a la política da miedo lo que puede pasar: en alguna medida, las tropas de asalto nazis estaban formadas por adolescentes casi inconscientes de la monstruosidad en que tomaban parte.

Disputas por el mar territorial
Todo lo anterior se me ocurre después de ver en Twitter la orgía de rabia por la decisión de la CIJ sobre la titularidad de unos cayos y una zona del mar en disputa entre Colombia y Nicaragua. ¿Qué le diría a un nicaragüense que discutiera conmigo sobre el derecho de Colombia a poseer grandes extensiones del mar gracias a la titularidad de Roncador, un "territorio" deshabitado de 300 por 600 metros situado a 140 km de Providencia y a 210 de San Andrés? ¿Qué tendría que pensar un magistrado de esa corte? ¿Tendría que ponerse de parte del país más grande y más rico, que se justifica en derechos de épocas remotas sobre esas piedras (Quitasueño ni siquiera es tierra emergida sino un atolón de coral) para ejercer soberanía a muchos cientos de kilómetros de sus costas? La indignación, insisto, es pura pasión futbolística, y, como en el caso del fútbol la utilidad del éxito o el fracaso es nula para la persona concreta, aparte de la embriaguez de patriotismo y otras bajas pasiones, que desgraciadamente en los siglos de las masas reinan por todas partes con la misma irracionalidad. Bastaría con que otro país más grande peleara por el mismo "derecho" para que el fervor patriótico ardiera por las causas opuestas: los hinchas no pueden concebir siquiera la noción de la justicia o del derecho, sólo se aferran a la emoción que les producen sus fetiches y el secreto halago de la indignación.

Argumentos sobrevenidos
Muchos aprovechan la ocasión para criticar al gobierno, como si quisieran ayudarle a mostrar al mundo la monstruosidad del premio de los crímenes de las FARC como una buena noticia, ya que sobre eso no hay casi resistencia. Un hermoso argumento es el de la riqueza del subsuelo y la pesca. Acerca del subsuelo, primero ¿sería legítimo explotar una riqueza que está al lado de Nicaragua gracias a la titularidad territorial basada en esas piedras? Pero ¿alguien tiene datos ciertos de que se puedan extraer riquezas de ese subsuelo marino? ¿Y es que Colombia explota con acierto sus recursos pesqueros? Bah, pero ¿cuándo entenderán que para riquezas en Colombia hay muchísimas y son más bien una maldición, a tal punto que la hegemonía del hampa acaudillada por Santos es casi segura para mucho tiempo gracias exclusivamente a la riqueza petrolera? Ya el descubrimiento de Caño Limón fue decisivo a la hora de aprobarse el funesto engendro del 91. Es inútil explicar algo a los hinchas: los países ricos son aquellos que tienen una población productiva e instituciones eficaces, las riquezas naturales, sobre todo las que están concentradas, sólo sirven para despertar la rapiña. Si fuera por riquezas bastaría pensar en todas las que actualmente explotan los terroristas de las FARC y el ELN y otras organizaciones criminales en forma de minería ilegal (la violenta protesta de los universitarios contra todas las formas de explotación legal por empresas especializadas tiene por principal objeto defender esos negocios). Otro argumento ligado a la desaprobación de Santos es el del cambio en la línea de defensa, gracias al cual se convierte a los magistrados de esa corte en personas tornadizas que prevaricaron porque no hubo un buen alegato de un jurista que los convenciera. ¿Quién demuestra que con otro argumento no habría decretado la corte que los cayos pasaran a Nicaragua, toda vez que están dentro de su plataforma continental, despoblados y sin conexión de ninguna clase con Colombia aparte de la titularidad otorgada por viejas disposiciones?

La noción de patria
Es siempre preferible una población indolente a una capaz de soliviantarse por motivos como ése y no por las infamias reales que afronta. ¿No es genial que después de ocho años de la peor corrupción de los comunistas en Bogotá los hayan dejado seguir en cabeza de uno de los peores, el más próximo personalmente a Hugo Chávez? Estaban felices porque los medios los alentaban a contrariar a Uribe. ¿No es un verdadero prodigio que la reciente atrocidad de Pradera, cometida sin duda para convencer del todo a los lugareños de que es mejor callar todo lo que saben sobre su exalcalde Sigifredo López, no haya dado lugar casi a críticas ni en la prensa ni en las redes sociales, como ocurre con todas las que han ocurrido en los últimos dos años? La propia vida vale poco para los colombianos porque lo único que los puede mover es el sagrado suelo de la patria, por mucho que nadie sepa dónde están esos cayos ni conozca a nadie que los conoce. A ese respecto el infantilismo ya roza la idiotez. Comparado con lo que pierde cada persona concreta con la legitimación que regala el gobierno a los terroristas y con el efecto del cogobierno que se viene, en forma de "príato" de décadas, la pérdida de toda la Amazonía sería nada, pero una nación de hinchas borrachos y vocingleros está demasiado ocupada con sus pasiones para pensar en su interés. Ni corto ni perezoso Santos se puso bravucón, tanto con la CIJ cuanto con las FARC, a las que ya les sacó una tregua en la que irán extendiendo el control territorial y preparando las masacres del año que viene, al tiempo que exportan cocaína y reclutan niños fecodizados en todo el país, toda vez que la negociación los hace respetables. No tienen que preocuparse por el ejército y la policía, ya Santos y el poder judicial se encargaron de intimidarlos. Pero a una chusma tan inepta es fácil manipularla con esa farsa y así, por mucho que crucifiquen a la canciller, de la que Santos podría prescindir sin perder nada, el plan criminal del gobierno avanzará sin resistencia: la indignación porque se perdieron millas náuticas en un mar remoto es la ocasión para perdonarse por la sumisión a los terroristas y al gobierno que los premia.


2. LA NICARAGUACA


Para la mayoría de los políticos colombianos el reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre el contencioso por la titularidad de la posesión del mar territorial próximo a algunos cayos e islotes relativamente próximos a las islas de San Andrés y Providencia fue como una guaca que se encontraran: un tesoro maravilloso que les permite prosperar sin esfuerzo y salvarse de una situación apurada. Lo que se ve en esta ocasión es el afloramiento de un nacionalismo colombiano que tiene todos los componentes de irracionalidad y aun de racismo que siempre hay en todos los nacionalismos. Al respecto vale la pena citar la definición de los rasgos del nacionalismo que hiciera George Orwell:
Por nacionalismo quiero decir, primero, el hábito de suponer que los seres humanos pueden ser clasificados como insectos y que bloques enteros de millones o decenas de millones de personas pueden ser clasificados con certeza como buenos o malos. [...]. Pero segundo —y esto es mucho más importante— me refiero al hábito de identificarse con una sola nación u otra unidad, colocarla más allá del bien y del mal y no reconocer ninguna otra obligación más allá de la de promover sus intereses.
La manía se hace evidente: ¿cuántos piensan en las ideas de los nicaragüenses y los ven como otra cosa que como enemigos? La historia es viejísima y requeteconocida. El demagogo ecuatoriano José María Velasco Ibarra fue presidente cinco veces gracias a que agitaba el odio contra el Perú. En la identidad de ese pueblo queda el veneno de esa demagogia, patente en la violenta reacción de Rafael Correa cuando la operación Fénix: los ecuatorianos no reaccionaron indignados porque su país albergara a un criminal como Devia ni porque su gobierno manifestara su afinidad con el criminal, sino porque se había mancillado el suelo sagrado de la patria. El ascenso de esa manía en Colombia sólo es un avance del espíritu chavista, pues también en Venezuela se responde a los mismos resortes.

Los primeros beneficiarios de la agitación son Santos y sus cómplices: como no son idiotas, "acompañan en su pena" a los patriotas dolidos, y naturalmente demorarán todo lo que puedan la obvia e inevitable decisión de acatar el fallo: entre tanto, permiten a las FARC apropiarse del territorio, acumular miles de millones de dólares de sus negocios de cocaína, minería ilegal y extorsión, y siguen destruyendo al ejército a punta de iniquidad judicial, soborno de altos mandos y desmoralización. El ínfimo conato de resistencia que empezaba con el cacerolazo del 5 de diciembre se ha olvidado por completo. Para el gobierno, cuanto más se hable del territorio despojado más se olvidará la prisión de Arias, la condena monstruosa contra Plazas Vega, las infinitas infamias del fiscal, como la impunidad de Sigifredo López y muchísimas otras cosas, por no mencionar la negociación de La Habana. No falta el que cree que el fallo de la CIJ se puede usar como argumento contra Santos, cosa respecto de la cual su prensa podrá demostrar fácilmente que la reclamación nicaragüense es muy anterior y que la decisión de La Haya no obedece a una u otra estrategia de defensa. Es casi infantil pasar por alto el examen del mapa y de las condiciones jurídicas del problema para encontrar un error del gobierno. Pero incluso si ése fuera el caso, si hubiera suficientes incautos dispuestos a creer que con otra argumentación de los abogados colombianos el tribunal hubiera concebido el derecho de otra manera (no falta el que cree que los jueces acordaron con Chávez y compañía el fallo, según he leído en este mismo blog), Santos podría agitar el dolor de patria mientras llega la hora de la reelección y tiene a las FARC controlando los resortes fundamentales del Estado, que no otra es su política.

Otros beneficiarios son Uribe y los políticos que se le declaran leales. ¡Es por fin la ocasión de estar juntos con los políticos de la Unidad Nacional, con los que a toda costa el expresidente trata de hacer componendas! ¡Todos unidos en defensa del territorio sagrado de la patria! La invitación a desconocer el fallo es idiosincrásica: la misma lógica con que se emprendió la segunda reelección, se acatan las leyes mientras convienen, se acepta un árbitro para que dictamine lo que uno pretende. Tan bella actitud tiene público en Colombia, pero a la larga sólo significa que el expresidente mantiene la popularidad sin romper con los partidos que cogobiernan con las FARC y le ayudan a Santos a implantar un príato afín al chavismo. Es lo que Uribe ha hecho durante estos dos años y medio, y se engaña el que crea que hace oposición: ¿cómo es que no ha convocado una manifestación de rechazo a la negociación de La Habana? No la convocará porque su proyecto es influir en las elecciones de 2014 y encontrar un lugar en la mesa de negociación. Por ese mismo motivo su "Puro Centro Democrático", llamado así para que no los llamen de extrema derecha, para lo que invitan a unos cuantos huérfanos de Pol Pot y la banda de los cuatro, está abierto al partido de la U, a los conservadores y hasta a Cambio Radical: los que hoy persiguen a Uribe desde la Comisión de Acusación podrán ser sus aliados cuando vean los votos que arrastra. Y no tardarán en hacerlo. Pero ahí los tiene uno, los uribistas que defendían el prevaricato de Santos al cambiar la terna para fiscal, como Óscar Iván Zuluaga o Martha Lucía Ramírez, se envuelven en la bandera y aprovechan la ocasión para eludir el berenjenal de las negociaciones y participar en una causa que nos une y no en una que nos divide.

No hay que creer, como he leído a algunos, que los comunistas y sus afines no participan en la fúnebre borrachera del mar robado. No son tontos, por el contrario, son expertos en maquinaciones. En medio de eso llama la atención que Iván Marulanda, valedor tanto de la Marcha Patriótica como de Sergio Fajardo (lo que deja mucho que pensar sobre el gobernador de Antioquia), escriba en Twitter:  
Ya la negociación con las FARC, convertidas en equivalentes de las instituciones legítimas gracias a que mandan personas bomba y reclutan niños, amén de exportar cocaína y secuestrar a decenas de miles de colombianos, será una cosa digerida y olvidada. 

Se lo deberemos a todos los oportunistas que explotan el fanatismo idiota de la sangre y el suelo para su propia figuración al tiempo que dejan avanzar el mayor crimen de la historia de Colombia, que no es otro que el premio de los crímenes terroristas. Miente el que niegue que Uribe es cómplice de todo eso. No convocará ni promoverá ninguna manifestación contra la negociación, ni mucho menos romperá con los partidos de criminales que cogobiernan con los terroristas.

3. EL TRIUNFO DE SANTOS

Como ya he explicado en dos entradas anteriores ("La patria vulnerada" y "La nicaraguaca"), la decisión de la CIJ sobre la titularidad del mar territorial próximo a algunas posesiones colombianas en el Caribe es un regalo maravilloso para Santos y de paso para las FARC, banda criminal para la que el lamentable personaje "gobierna".

Lo primero que resulta del escándalo mediático es el desplazamiento del centro de atención al tema de las fronteras, dejando operar tranquilamente a la mesa de negociación de La Habana, ocasión que la propaganda gubernamental no desaprovecha para convertirla en una obviedad, no en una fraude a la voluntad ciudadana sino en un deber del gobierno, como decía el increíble senador Juan Fernando Velasco. A tal punto llega el descaro de esa propaganda que el hermano mayor de Santos y al parecer verdadero gobernante en la sombra amenaza con la pérdida del apoyo venezolano y cubano al proceso si no se acata el fallo, como si el reconocimiento y premio a los terroristas no fuera una infame rendición ante esos gobiernos criminales. Esa misma lógica resulta refrendada por un comentarista sanandresano que publica un artículo en El Tiempo.

La pasión patriótica provee a la vez buena conciencia y ocasión de lucimiento: ¡es tan grato ser de los buenos agraviados! El mar despojado es una posesión de los colombianos tan hermosa como el mismo derecho fundamental a la paz, y se les proporciona por parecidos motivos. La cuestión compromete tres niveles que conviene observar en detalle:

Uno es el de la justicia. Como ya expliqué en otra ocasión, la noción de justicia de los colombianos es particular: consiste en aquello que le conviene a cada uno en cada momento. En este caso más por razones propiamente futbolísticas, pues ¿cuántos podrían situar a San Andrés (no hablemos del cayo Roncador y los demás) en un mapa? ¿Cuántos saben con certeza cuál es el tamaño de la pérdida en términos económicos? Parece que Colombia tuviera una gran flota pesquera a la que se despojara de sus caladeros. ¿Qué proporción del mar que correspondía a Colombia pasa a titularidad nicaragüense? La justicia es un derecho, claro, siempre pendiente, respecto del cual todos somos víctimas, sobre todo cuando hay grandes despojos cuyos autores no ve ni defiende nadie: ¿o a alguien le importa el verdadero despojo a favor de los terroristas y otras organizaciones criminales que se da con la minería ilegal? ¿O el destino que se da a los recursos petroleros? La justicia es una emoción que aflora en el corazón del agraviado sin que tenga que entender mapas ni leyes. La justicia es un derecho de todos, y por eso todos los colombianos, incluidos los oligarcas y corruptos de la peor especie, se sienten víctimas de toda clase de injusticias.

El otro es el del derecho. El descubrimiento de esa hermosa herencia de la administración colonial ha permitido graduar a cientos de miles de expertos en derecho internacional, casi todos basados en la incuestionable precisión de los límites y tratados antiguos, como si fueran el mismo teorema de Pitágoras al que un desaprensivo intenta robarle una conclusión. Desde el supuesto cambio de orientación de Santos a la argumentación colombiana (que presupone que en La Haya se sientan juristas colombianos, carentes de conceptos y prestos a negociar los que les ofrecen) hasta la adjudicación del error a Pastrana al reconocer a la CIJ (como si en el caso de no reconocerla, la entidad hubiera tenido que decir "Ahí no me meto, no me dejan"), o hasta la más pintoresca versión del cabildeo nicaragüense (con toda clase de invitaciones y regalos a los magistrados, en la típica proyección del mundo colombiano), casi todo lo que uno lee, y todo por parte de los uribistas y demás partidarios de desacatar el fallo, da por sentado que éste no tenía fundamentos jurídicos: ¿cómo iba a tenerlos si no nos convenía? ¡Y conste que había olvidado la certeza de que se trataba de un encargo de Chávez! Si yo no fuera anónimo y expresara mi opinión en presencia de tales patriotas tendría miedo por mi integridad física: ¡tan claro es que "nos" robaron!

No obstante, valdría la pena calmarse un poco y tratar de entender que no hay un derecho perfecto y cuadriculado y que la doctrina de la CIJ al respecto fue exactamente la que aplicó en ese caso. Al respecto traduzco unas frases de una entrada de la Wikipedia en que se comenta el fallo de la CIJ sobre la Isla de las Serpientes y el mar territorial relacionado con ella, disputado por Ucrania y Rumania: 
El 3 de febrero de 2009, la Corte Internacional de Justicia emitió su sentencia, que divide la zona marítima del mar Negro trazando una línea  intermedia respecto de las demandas de cada país. La Corte invocó el criterio de desproporcionalidad a la hora de resolver la disputa, señalando que "tal como su jurisprudencia ha indicado, puede decidir en ocasiones no tener en cuenta islas muy pequeñas, o bien decidir que no se les dé derecho pleno sobre la titularidad potencial de zonas marítimas, si tal enfoque tiene un efecto desproporcionado en la línea de delimitación de que se trate".
El tercer nivel en que conviene fijarse al respecto es el de la argumentación. Casi no recuerdo ningún comentario que haya leído sobre el tema que no parta de dar por sentada la injusticia, bien por los incentivos de Chávez, bien por el sesgo "izquierdista" de la CIJ, etcétera. Yo estoy seguro de que muy pocos agraviados han visto el mapa y de que casi ninguno podría responder acerca del tamaño o la población de los cayos que daban titularidad marítima a Colombia sobre la zona (lo que se consideraba "derecho" para los colombianos, que todavía no entienden, ni siquiera los juristas, que creen que "el derecho no es más que la voluntad de la clase dominante erigida en ley", según les enseñan, que el derecho es lo que dictamina la CIJ). No creo que haya muchos que podrían responder al columnista "mamerto" Pedro Medellín, que afirma que:
Nadie quiere reconocer que el meridiano 82 nunca fue establecido como una frontera marítima, ni en el Tratado de 1928.
No es posible, el patriotismo es suficiente argumento para no necesitar entender, mejor dicho, para creer que se entiende, una materia tan espesa como el derecho internacional sobre límites marítimos, tal como el amor autorizaba al humilde plebeyo del antiguo vals peruano a pretender a una aristócrata:


Pero en definitiva no pretendo convencer a nadie de que el llanto por la patria vulnerada no corresponde a ninguna noción rigurosa de justicia ni de derecho, ni menos a una argumentación siquiera medianamente informada. La genial solución de no acatar el fallo es un "problema" relativo para Santos, tal como lo sería sufrir un esguince cuando uno va a cobrar el premio de la lotería. Podría hacer caso y no acatar el fallo, con lo que complacería a los críticos, que pronto encontrarían un pretexto para estar en el lado del gobierno y no en la incómoda oposición a la negociación de La Habana. Pero si optara por acatarlo, la fiebre patriótica cedería al cabo de un tiempo, mientras que entre tanto se habrían caído todas las resistencias a la negociación. En el primer caso, el desastre para Colombia sería mayor, además del regalo para el chavismo: no sólo tendría de su parte a todo el progresismo internacional, alineado siempre con David contra Goliat, sino además la legitimidad jurídica, y puede que incluso resoluciones de la ONU y amenazas militares, como las que afrontó Nigeria por negarse a aplicar el fallo de la CIJ sobre Bakassi. Pero sobre todo se le haría a la dictadura nicaragüense el mayor regalo: una causa legitimada internacionalmente que justificaría todas las persecuciones, un agravio persistente que le granjearía respaldo popular, tal como en Colombia lo buscan los que llaman a desacatar el fallo.

Al final se terminaría cediendo, como Nigeria, y a nadie le importaría tanto, porque en realidad buena parte de la fiebre nacionalista corresponde al anhelo de encontrar una causa de oposición que encuentre respaldo popular, ya que gracias a la prensa y a la ausencia de un partido de oposición parece que la mayoría de la gente está más bien ilusionada que descontenta con la negociación de La Habana. Sobre el precio de desacatar el fallo les recomiendo este artículo de la revista Posición.

Lo que pretendo es explicar que esa situación configura un triunfo total de Santos. Lo que sí tendría fundamentos en términos de justicia y de derecho, y argumentos formidables que nadie podría rebatir, es la defensa de la democracia, que resulta abolida cuando la voluntad ciudadana cede ante el atraco de una banda de asesinos. ¿Para qué hay urnas? Cuando ese crimen mayor se comete, todos los supuestos críticos están en la borrachera patriotera, incluso prometiendo apoyar a Santos si desacata el fallo. Todas esas adherencias repulsivas del uribismo, nacionalistas y "derechistas", afloran con ese pretexto, junto con otro rasgo que definitivamente anuncia su próximo colapso: la incapacidad de estar en contra de la opinión predominante, que ya se evidenció con ocasión de la impunidad de Sigifredo López. Como la mayoría de los "amigos" importantes e influyentes de Uribe apoyan la negociación, sea abiertamente (Martha Lucía Ramírez, Juan Lozano, Angelino Garzón o Francisco Santos, entre los que recuerdo ahora) o con reproches puntuales (todos los demás), el expresidente busca protagonismo y liderazgo con el tema patriotero, ¡al lado del cual el triunfo de los terroristas resulta un hecho secundario!

No es cierto que para el cacerolazo haya un nuevo argumento: por mucho que los enemigos de Santos lo quieran presentar así, hará falta estar muy descontento para creer que fue sólo la gestión del litigio por parte del gobierno actual la que condujo al fallo, mientras que la conciencia sobre el significado de la negociación se diluye. Santos seguirá dando pasos hacia la rebelión o la sumisión respecto del fallo, según la temperatura que detecte en las redes sociales, pero entre tanto esa mayoría resignada a premiar a las FARC que han creado los medios se habrá hecho casi unanimidad, y el rechazo a la negociación quedará como elemento testimonial. No es sensato decir que ya lo era, porque (perdón por insistir, fue lo que pasó con Sigifredo López) entre tanto la gente que se oponía a la negociación descubre que tiene audiencia y comprensión como patriota pero no como defensora de la democracia, y mayoritariamente se queda en la alharaca patriótica, hasta que mengua, y los activistas se deprimen ante la perspectiva de estar en una minoría aún más pequeña.

La infame negociación tenía una pequeña resistencia. Gracias al fallo de la CIJ y la bulla que siguió, no la tendrá y hará falta que fracase, como si el éxito de los negociadores no fuera un crimen en sí: que haya otros cientos de miles de muertos, para que la gente recuerde que si el asesinato es la forma correcta de hacer carrera política no faltarán quienes lo cometan, y entienda que el principal creador y promotor de los grupos terroristas no puede estar negociando a nombre de sus víctimas sino en una farsa que en últimas consiste en la consumación de un atraco, con la correspondiente amenaza. Copio el titular de Semana:
No se puede condenar a los colombianos a otros cien años de soledad y violencia.
Esa frase compendia a Colombia. En un escrito próximo explicaré de qué modo lo que hay detrás del atraco no es más que el recuerdo de la esclavitud, forma de vida que está detrás de todas las actividades típicas del país. El atracador diría directamente "No me obligue a chuzarlo". Es lo que dice el hermano mayor de Santos, al cabo triunfador después de casi medio siglo de actividad criminal, gracias a la tosquedad intelectual y moral de los colombianos, que todo lo fiaron a un mesías que no es capaz de romper con los partidos que sustentan la destrucción no sólo de su obra, sino también de todo vestigio de democracia.